ACTV. COMPLEMENTARIAS. UN APRENDIZAJE PARA LA VIDA.

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Ganas tenía yo de escribir en el blog sobre una vivencia en primera persona, ya no solo actual, sino más bien en riguroso directo, a las puertas de una ya inminente Semana Blanca 2019, finalmente  elegida como hilo conductor de los dos próximos post de este blog.

En la era del proteccionismo infantil desmedido y de la errática burbuja educacional en la que anda sumida esta frívola sociedad, escuchamos más que nunca tanto familia como escuela, aquello de dotar de herramientas al niño, para que pueda desarrollar cualidades como la autonomía, las habilidades sociales o el espíritu de superación entre otras, de manera que paliemos así los déficits de este pernicioso estilo educativo global en el que nos hemos instalado, fruto de nuestros miedos, egoísmos y continúas prisas. De forma estúpida e irreflexiva nos colocamos por enésima vez una tupida venda delante de los ojos, sin detenernos por un segundo a pensar, que por muchas herramientas que mostremos y ofrezcamos a nuestras criaturas e infantes, de nada les servirán, si de forma concomitante no los colocamos en situación y disposición de poder utilizarlas. Es como suponer que por salir cargado de la ferretería, de la noche a la mañana, solo con mirar la bonita caja de herramientas que nos hemos comprado, nos vamos a convertir en auténticos manitas expertos en briconsejos.

Herramientas y competencias, son dos palabras de significado eminentemente práctico, experimental, de las que paradójicamente se han adueñado hoy día, quienes se dedican por un lado a comerciar con la teoría de los libros de texto desde monopolios editorialistas, y por otro por quienes desde despachos de consejerías sin ventanas a la calle, deciden sesudos que aprendizajes y competencias son las clave a desarrollar por los alumnos en el marco escolar, para una mejor adaptabilidad e integración futura en el mundo real de los adultos. Sin embargo, ni unos ni otros hablan, que para educar en competencias de verdad, para impulsar verdaderos aprendizajes para la vida, ni los libros de texto, ni los pedantes estándares y criterios de evaluación con que la administración nos fustiga, son de gran ayuda. Ambos, libros y rúbricas, no hacen sino perpetuar un sistema educativo infumable, preso de la satrapía de unos contenidos curriculares teóricos inabarcables, como reconoce la propia administración.

Para acercarnos a los aprendizajes que se suscitan en la vida real, lo que deberemos de hacer por lógica, es acercarnos lo más posible a la propia vida real, siendo las actividades complementarias de los centros, llamadas así precisamente porque complementan los aprendizajes más teóricos realizados en clase, parte fundamental de las programaciones de los planes de estudios de los mismos y no simplemente días de fiesta con los que romper la rutina escolar, porque el trimestre se hace muy largo. Es por tanto fundamental que estas actividades, normalmente salidas al entorno y excursiones, se sigan impulsando y promoviendo desde los centros educativos, de manera que los chavales puedan experimentar y vivenciar los contenidos teóricos ya trabajados, contextualizándolos dentro de su entorno más inmediato, implementando así aprendizajes significativos de muchísima mayor calidad. Sin embargo, la tendencia nos marca todo lo contrario,  y por culpa de unos y otros, centros, docentes y familias por igual, estas importantísimas actividades complementarias están cayendo en picado, fruto de peregrinas excusas de maestras y maestros por un lado, y de las mil y una impertinencias de familias sobreprotectoras por el otro.

Es triste ver como hay compañeros, que menosprecian, desprestigian e incluso intentan dinamitar refugiados bajo el amparo que dan claustros anodinos y aleccionados, este tipo de actividades solo por el mero hecho de no comulgar con ellas, considerándolas una auténtica pérdida de tiempo que no hace otra cosa que retrasar los contenidos teóricos a impartir,  preguntando incesantemente por los pasillos al promotor de las mismas, de forma cansina y con tono de perreo al más puro estilo Jennifer López: “¿Y las áreas pa’ cuando?”.

Pero todavía los hay mucho peor, los que hacen de perro del hortelano que “ni comen ni dejan comer”, o aquellos otros que en tiempos de crisis y recortes, aprovecharon la coyuntura para salir a la palestra a pregonar: “¡Pues si nos recortan, no salimos con los chicos de excursión!”. ¡Muy bien hombre,… o mujer! ¡Olé tus cojones… y tus ovarios! Vaya excusa más miserable y ruin para no cumplir con el cometido de tu trabajo, educar y formar de la manera más íntegra posible a tus alumnos. No imagino yo a un médico en tiempos revueltos informando a sus pacientes de que por el momento y hasta que se le pase el cabreo, solo a va diagnosticar pero no a prescribir receta alguna.

Pero también es cierto que las familias, no todas, han ayudado lo suyo en esta caída en picado de este tipo de actividades escolares. La actitud de perpetúa desconfianza, las denuncias, las impertinencias, las protestas, y las trabas por todo lo que se propone y lo que no, hacen que el personal docente acabe harto de tanta insolencia y disgustos, posicionándose en un lógico: “¡Oye mira, si quieren excursiones que las hagan con sus padres!, y en muchos casos no les falta razón. No puedo exigir al centro, a las maestras y maestros de mi hijo, que se lo lleven por ahí de excursión, cuando no confío plenamente en ellos, y lo que es todavía peor, tampoco en el comportamiento y educación que va a mostrar mi chico, que de eso podríamos escribir también largo y tendido.

  • Autonomía:

Cuanto discurso, cuanta ponencia, y cuanta charlatanería barata para explicar a docentes y familias una término tan sencillo de entender como lógico de aplicar “dejar hacer”, “dar espacio”, “permitir fallar”. “Viviendo deprisa” que cantaba Alejandro Sanz, no hay margen en el hogar para que nuestros hijos por sí solos se aseen, se peinen, preparen su mochila, recojan su mesa o se hagan la cama, entre otras cosas. Les privamos irracionalmente de unos quehaceres diarios que no por nimios carecen de colosal importancia, ya que con ellos desarrollan el sentido de responsabilidad con sus cosas, establecen sus obligaciones en el seno de la familia reforzando así su sentimiento de pertenencia a la misma, a la vez que les permiten adquirir una autonomía vital que hará aumentar exponencialmente la confianza y seguridad en sí mismos. Sin embargo, preferimos hacerlo todo nosotros, creyendo que es mejor y más rápido, dando voces histéricos desde que despunta la mañana: “¡Es que ya os vale!, ¡Es que hoy si que no vamos a llegar!, ¡Es que de verdad!”, mientras  ellos, con la boca abierta, sintiéndose inútiles, agarrados al pomo de la puerta, nos ven pasar de lado a lado a mil por hora, como si estuvieran presenciando un partido de tenis, a la espera del: ¡Venga vámonos, que es que tengo que hacer siempre todo yo!

Si así es en los hogares, en los centros no mejorar ostensiblemente el panorama. Sumidos en la presión social de que el niño y la niña estén dentro del centro escolar perfectamente cuidados y protegidos, exentos de cualquier incidente casual por pequeño que este sea, incluyendo ahora también que estén motivados, no se aburran, no se les incomode con excesivos trabajos, ni tampoco se les presione más de la cuenta, hemos convertido el propio contexto escolar, en una clara prolongación de la infausta burbuja proteccionista familiar. Ya se pauta absolutamente todo: dónde y cuándo tienen que apuntarse las tareas, a qué tienen que jugar en los recreos cada día, cuándo se tienen que relajar, cómo deben superar la frustración, e incluso a qué hora, minuto y segundo todos juntos y en equipo deben ir a mear. Todo sea por el orden y las vejigas de nuestros chavales, nada debe de quedar a la improvisación.

Estamos construyendo entre unos y otros una sociedad de analfabetos funcionales. Los niños, pero también ya las generaciones de jóvenes del presente, no saben hacer nada por sí mismos, teniendo la palabra inseguridad, gracias a nuestra inestimable ayuda, tatuada a fuego dentro de lo más hondo de su ser. Comenzamos colocándonos a su lado en las filas en la etapa de educación infantil, para que nadie les moleste, o se les cuele, ya ha acuñado la RAE el nuevo término educativo-social del “abuelo guarda-filas”, y casi sin darnos cuenta acabamos como comentaba un compañero (@xarxatic), rellenando por ellos la matrícula en la misma facultad o yendo a revisar al estilo Perry Mason, una mala nota al despacho del catedrático de la misma. ¡Por favor!

  • Habilidades Sociales:

Es un hecho totalmente irrefutable, que nuestros niños cada vez pasan menos tiempo relacionándose fuera del entorno escolar con otros niños, jugando en libertad, teniendo por tanto menos oportunidad de entrenar sus habilidades sociales. Igualmente también es un hecho indiscutible, que la nociva presencia de pantallas y dispositivos tecnológicos en la infancia, monopoliza muchísimas de las horas diarias de los niños, desarrollando cada vez en menor medida la comunicación e interacción personal con sus iguales cara a cara. De esta forma, entre lo uno y lo otro, nuestros hijos y alumnos, cada vez tienen más problemas para saber interpretar un gesto, una expresión facial, el lenguaje corporal, el tono, la mirada. ¡Están perdiendo una capacidad tan primitiva, básica y vital como es la comunicación! De ahí que se antojen tan necesarias, ahora más que nunca, las actividades escolares formativas, pero también de convivencia, fuera de un entorno escolar cerrado y estable. Hay que dejar ya de hablarles de la teoría de las relaciones humanas, para propiciar situaciones y escenarios donde poder ponerlas de verdad en práctica. Favorezcamos la creación de esas situaciones y sepamos supervisar desde la distancia, no mediando al instante, dejándoles espacio y tiempo para resolver una discusión, un desencuentro, para superar la vergüenza de pedir ayuda, para aprender a dar las gracias, para mostrarse solidario y ayudar al compañero, etc. en definitiva para resolver por ellos mismos situaciones reales, construyendo sus propias estrategias, no las que nosotros nos empeñamos constantemente en darles. Las habilidades sociales conforman el arma más fundamental del individuo para entender el mundo, formar parte y buscar acomodo dentro de él, para entenderlo, entenderse y por tanto ser feliz, y la escuela no puede quedar al margen de este tipo de aprendizajes.

  • Afán de superación:

Por último, acostumbrarlos a darles todo hecho sin necesidad de apelar al esfuerzo para conseguirlo, les coloca en la situación de desconocer términos como luchar, bregar, afanarse o sacrificarse por conseguir unos objetivos, convirtiéndolos en sujetos pasivos de una sociedad, la cual suponen convencidos debe rendirles pleitesía solo por el mero hecho de existir. Es curioso que en los tiempos de “mamá y papá runner”, de los ultramaratones, de las pruebas de resistencia, en la que el mundo adulto cuarentón y no tanto, busca superar sus límites y poner a prueba su capacidad de sufrimiento, no consientan que sean sus propios hijos quienes desarrollen esos mismos valores que ahora ellos mitifican y abanderan como estilo de vida, negándoles no solo su desarrollo, sino también la indescriptible sensación de satisfacción, resultante de superar un reto a base de trabajo y dedicación. Si los niños de hoy en día no saben superan la frustración, no es por culpa de su control emocional, sino por el desconocimiento que tienen de la misma. Como en cualquier relación amorosa, ahora que celebramos San Valentín, primero habrá que presentársela para que la conozcan, y luego una vez ya conocida, permitámosles que aprendan a bailar con ella.

Por todo esto defiendo a capa y espada las actividades complementarias de los centros educativos. No tiene porqué ser esta Semana Blanca (no al alcance de todos los bolsillos), puede ser también cualquier salida al entorno a contextualizar los contenidos de ciencias naturales o sociales, cualquier actividad lúdica de convivencia, artística como acudir a museos, representaciones, conciertos, etc. cualquier cosa que les haga romper sus esquemas y salir de su monotonía escolar para reactivar motivaciones, intereses, aprendizajes y descubrir de primera mano nuevas experiencias.

Autonomía, habilidades sociales y espíritu de superación, son el resumen perfecto de lo que a grandes rasgos va a suponer educativamente esta actividad que en nada vamos a comenzar: un auténtico máster en saber y aprender a hacer las cosas por uno mismo, un curso acelerado de convivencia de muchos quilates y una reválida sin opción al suspenso de amor propio, coraje y tesón. Comprimido en seis días de intensas emociones, en el que el aprendizaje para la vida y el aprendizaje escolar se fusionan en uno solo cobrando un verdadero sentido. Abróchense los cinturones porque vamos a despegar. El desenlace la semana que viene.

 

 

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